Expresando Gratitud a Través de la Ofrenda
El Plan Financiero de Dios

El Plan Financiero de Dios

A lo largo de la Palabra de Dios hay varias referencias de hijos de Dios que pagaron el diezmo y dieron ofrendas al Señor. La referencia al diezmo en el Nuevo Testamento es rastreada a Abraham. El escritor de Hebreos menciona que Abraham dio “…los diezmos de todo,” (He. 7:2) a Melquisedec. Génesis 14:18-20 da el relato exacto y declara: 

“…dióle Abram los diezmos de todo”. Abraham vivió y pagó el diezmo al menos cuatrocientos años antes de que se instituyera la ley. 

Cuando Jacob tuvo la visión de la escalera, hizo un voto a Dios. Era un voto que decía: “…y de todo lo que me dieres, el diezmo lo he de apartar para ti” (Gn. 28:22). Jacob pagó el diezmo de todo lo que le fue dado por Dios. 

A lo largo de toda la dispensación de la Ley, desde el Monte Sinaí hasta el cumplimiento de la ley en Jesús, el pago del diezmo formaba parte del código legalista. El diezmar y ofrendar era una parte vital de la ley en Israel, como se registra en Levítico 27:30-34, Números 18:10-32 y Deuteronomio 14:22-29. El diezmo era el plan de Dios para ayudar a financiar el servicio del tabernáculo del testimonio. Los hijos de Israel pagaban el diezmo. 

Un diezmo era, por supuesto, una décima parte. Las ofrendas iban más allá del diezmo. La relación de Dios con Israel se basaba en un principio del pacto. Como tal, el acuerdo tenía dos lados – dos obligaciones mutuas. Si Israel cumplía su parte del acuerdo y observaba la ley, Dios le bendeciría y cumpliría Sus promesas. Si Israel desobedecía la ley, el pacto se rompía y Dios no estaba obligado a cumplir Su parte del acuerdo de bendición. 

“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? Los diezmos y las primicias” (Mal. 3:8). En este pasaje, la queja de Dios es en contra de Su pueblo porque le habían robado y no habían pagado los diezmos ni las ofrendas. Por esa razón, sufrieron pérdidas y, sin embargo, se preguntaban por qué no podían prosperar. 

Cuando Cristo vino a cumplir la ley, sancionó el pago de los diezmos: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es á saber, el juicio y la misericordia y la fe. Esto era menester hacer, y no dejar lo otro” (Mt. 23:23). Las leyes de Dios, escritas por Cristo en los corazones de los hombres, los llevó a ser fieles al plan financiero de Dios. El pagar la décima parte del ingreso del individuo a la tesorería de la Iglesia se ha convertido en una práctica establecida en la Palabra de Dios.  

La obediencia a Dios es el punto focal. El diezmar y ofrendar viene a ser un asunto secundario, con la obediencia como el punto de máxima importancia. Los actos externos, como el pago de diezmos, son fácilmente visibles para la gente; sin embargo, una persona puede ser obediente en su conducta externa y fracasar en su obediencia interna. La actitud o motivación para hacer algo puede convertirse en un problema con Dios. Podemos pagar diezmos o dar ofrendas exteriormente, mientras que internamente nos sentimos resentidos y codiciamos cada centavo pagado. Nuestras bendiciones espirituales vienen por nuestra obediencia interna al querer agradar a Dios. 

¿Cuál es el propósito de diezmar y ofrendar? ¿Por qué Dios le pone tanto énfasis? ¿Acaso es porque Él quiere la décima parte de todo simplemente para posesión Suya? Por supuesto que no, siendo que el mundo entero ya es Suyo. Él quiere el diezmo como evidencia de que Su pueblo reconoce Su amor hacia ellos. El libro de Malaquías da apertura con esta certeza de parte de Dios: “Yo os he amado, dice Jehová…” (Mal. 1:2). Él quiere que Su pueblo reconozca esa gran verdad y responda ante la misma diezmando y ofrendando, el valor de esta acción yace en la expresión de nuestro amor y reconocimiento de Su amor. “Traed todos los diezmos al alfolí…” (Mal. 3:10) se refiere al diezmo entero. Es posible pagar el diez por ciento entero, y sin embargo, no diezmar completamente, si se está pagando como una obligación y no como una expresión de amor y gratitud. 

El Nuevo Testamento no introduce el diezmar y ofrendar como una ley a ser obedecida, sino como una expresión de una respuesta amorosa al amor de Dios. 

Si nosotros estuviéramos bajo la ley, seríamos obligados a pagar diezmos y ofrendas. Ciertamente, estando bajo gracia, no permitamos que los que están bajo la ley nos superen en expresar nuestra profunda gratitud por las riquezas de la gracia y la misericordia de Dios. 

¿Quién debe diezmar y ofrendar? “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros aparte en su casa, guardando lo que por la bondad de Dios pudiere; para que cuando yo llegare, no se hagan entonces colectas” (1 Co. 16:2). Todo estudiante de las Escrituras sabe que el capítulo quince de 1 Corintios es el capítulo más importante de la Biblia que trata sobre la resurrección. Es sorprendente que el apóstol Pablo pase directamente de ese gran tema al siguiente. Es como si él se detuviera por un momento después de terminar con el gran tema de la resurrección, y luego escribiera: “Cuanto a la colecta para los santos…” (1 Co. 16:1). La posición de estos dos temas debería revelar algo sobre el ministerio del diezmo y las ofrendas. No se trata simplemente de que todos contribuyan para ayudar a sufragar los gastos de la obra; sino que por el contrario, es ser elevado al nivel de adoración a medida que participamos con Dios en la mayordomía que se nos ha encomendado para llevar a cabo Su trabajo de comunicar el Evangelio del Cristo resucitado al mundo. 

Es significativo que el versículo dos de este capítulo quiere decir literalmente “poniendo en la tesorería” o “acumulando”, y esto es totalmente consistente con la provisión de la Iglesia de una tesorería común para la colecta de diezmos y ofrendas para financiar la obra del Señor. 

El dar ofrendas es separado y aparte de pagar diezmos. Nuestras ofrendas deben ser ofrecidas en adición a los diezmos que pagamos. Estamos bajo la obligación de dar ofrendas así como lo estamos en pagar diezmos. No podemos cumplir con nuestra obligación de diezmar con el ofrendar; ni tampoco podemos cumplir con nuestra obligación de ofrendar pagando los diezmos. 

El diezmo es una cantidad específica, una décima parte de nuestros ingresos, pero somos libres de dar una ofrenda de cualquier cantidad. El diezmo debe entregarse al alfolí para ser desembolsado por los encargados del alfolí. Una ofrenda puede ser dada para ayudar a los pobres y necesitados, para construir iglesias, para financiar la obra misionera, para publicar el Evangelio por medios impresos o digitales, y muchas otras actividades que promueven el trabajo de la Iglesia. Nuestra obligación de apoyar estas actividades por medio de nuestras ofrendas es tan grande como la de apoyar el ministerio con nuestros diezmos. 

La Iglesia de Dios enseña que sus miembros deben pagar diezmos y dar ofrendas, y la razón de esta instrucción es porque la Biblia lo enseña. La seriedad de fallar en pagar diezmos y dar ofrendas se muestra en la pregunta del profeta bajo la inspiración de Dios: “¿Robará el hombre a Dios?” (Mal. 3:8). Este capítulo continúa mostrando que se cometió un pecado al retener el diezmo. El profeta continúa con la advertencia de que tales personas serán maldecidas con maldición (Malaquías 3:9). Cualquier persona que haya sido culpable de robar a Dios en los diezmos y ofrendas de seguro querrá parar de hacerlo y comenzar a pagar diezmos y dar ofrendas. Los que obedecen, recibirán mayores bendiciones materiales y espirituales de parte del Señor.