El Mandato Bíblico de Dios Para Su Iglesia
Presentando La Iglesia de Dios

En un mundo de confusión y caos religioso, a menudo es difícil encontrar la verdad absoluta y el amor cristiano genuino. Sin embargo, la Palabra de Dios promete un refugio seguro contra las enseñanzas erróneas del mundo y un faro de luz que brilla en la oscuridad.
Cristo habló acerca de Su Iglesia: “Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mt. 5:14). La Iglesia de Dios es la institución divina y mundial de creyentes comprometidos a aceptar toda la Biblia correctamente dividida como su regla de fe, práctica, gobierno y disciplina, tal como el Espíritu Santo lo ha revelado en las Escrituras. La Iglesia de Dios está comprometida a cumplir el propósito cuádruple de Su divina creación.
Para Guardar y Proteger la Verdad
En medio de un mundo que no cree en la verdad absoluta, La Iglesia de Dios ha recibido la responsabilidad de guardar y proteger la verdad pura de la Palabra de Dios. “Amados…que contendáis eficazmente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3).
En su carta a Timoteo, Pablo le recordó que la Iglesia que Cristo estableció debía ser “la iglesia del Dios vivo, columna y apoyo de la verdad” (1 Ti. 3:15).
En su carta a la Iglesia de Éfeso, Pablo reconoció que nunca fue la intención del plan de Dios que la humanidad fuera “…llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar, emplean con astucia los artificios del error”, sino que la Iglesia “…siguiendo la verdad en amor…” (Ef. 4:14, 15).
La santidad es una de las marcas distintivas de la Iglesia. Quienes están decididos a servir a la carne han corrompido la verdadera santidad en los últimos días. La Iglesia del Señor demostrará fielmente la verdad de la santidad verdadera al mundo, tanto en espíritu como en estilo de vida. “Así dice Jehová: Yo he restituído a Sión, y moraré en medio de Jerusalén: y Jerusalén se llamará Ciudad de Verdad, y el monte de Jehová de los ejércitos, Monte de Santidad” (Zac. 8:3).
Evangelizar el Mundo con el Evangelio Completo
“Por tanto, id, y doctrinad a todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado…” (Mt. 28:19, 20).
La expresión “evangelio completo” es de uso común hoy en día. Muchas organizaciones de iglesias se autodenominan iglesias del “evangelio completo”; sin embargo, lo que la mayoría quiere decir con esta terminología es que no solo predican la salvación, sino también la doctrina del bautismo del Espíritu Santo. Por definición, la palabra “completo” significa “pleno o entero; al máximo”. Para predicar el evangelio completo, el Cuerpo de Cristo debe enseñar “todas las cosas” que Cristo mandó. Entre estas enseñanzas se encuentran el arrepentimiento y la fe en Jesucristo para la salvación, que resulta en la experiencia del nuevo nacimiento; la santificación como la segunda obra definida de la gracia, que proporciona la liberación de la naturaleza pecaminosa de Adán; el bautismo del Espíritu Santo con la evidencia de hablar en lenguas; la santidad bíblica sin la cual nadie verá a Dios; la restitución; el bautismo en agua; la Santa Cena y el lavatorio de pies; la reunión del pueblo de Dios en un solo rebaño; la perfección de los santos; y todas las demás verdades Bíblicas.
El mundo debe recibir el mensaje completo, y solo la Iglesia tiene la comisión de proporcionar la Palabra de Dios enteramente. La Iglesia del Señor no puede centrarse en unas cuantas enseñanzas populares, sino que es responsable de enseñar y predicar la Palabra de Dios completa, entera y al mayor grado posible. Solo entonces se podrá decir que el evangelio “completo” ha sido dado al mundo.
“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio a todos los gentiles; y entonces vendrá el fin” (Mt. 24:14).
De Reunir a las Ovejas de Dios en un Solo Cuerpo
“De reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Ef. 1:10).
El estar “en Cristo” es ser salvo. El evangelismo es la comisión principal de la Iglesia; sin embargo, Cristo nunca tuvo la intención de que Sus ovejas estuvieran divididas. El mismo Cristo que trae salvación estableció Su Iglesia (Marcos 3:13-19) y la “ganó por su sangre”
(Hch. 20:28). “También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también me conviene traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor” (Jn. 10:16). Este rebaño es proveído para la protección y dirección de los cristianos, ya que son Sus ovejas.
“No será quitado el cetro de Judá, Y el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y á él se congregarán los pueblos” (Gn. 49:10). Este pasaje es la primera palabra profética registrada acerca de la reunión de todo el pueblo de Dios. A medida que se acerca la venida del Señor, la gran afluencia de todas las demás ovejas en el rebaño continuará aumentando rápidamente. La profecía declara que “Preguntarán por el camino de Sión, hacia donde volverán sus rostros, diciendo: Venid, y juntaos a Jehová con pacto eterno, que jamás se ponga en olvido” (Jer. 50:5).
Para Proveer Ministerio Para la Perfección de los Santos
“El cual nosotros anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando en toda sabiduría, para que presentemos a todo hombre perfecto en Cristo Jesús” (Col. 1:28).
La Iglesia ha sido comisionada para continuar el trabajo que Jesús comenzó. Su analogía en el Evangelio de Marcos revela esta verdad y responsabilidad. “Como el hombre que partiéndo lejos, dejó su casa, y dió facultad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que velase” (Mr. 13:34). Él proyecta el mismo papel en el Evangelio de Lucas. “Dijo, pues: Un hombre noble partió a una provincia lejos, para tomar para sí un reino, y volver. Mas llamados diez siervos suyos, les dió diez minas, y díjoles: Negociad entre tanto que vengo” (Lc. 19:12, 13). El negociar es más que solo llenar un espacio. También significa cumplir con los deberes de un cargo o posición. Para que la Iglesia pueda ocuparse hasta que Cristo venga, Ella debe realizar la obra que se le ha sido asignada.
“Para perfección de los santos, para la obra del ministerio, para edificación del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12).
La perfección ha sido la meta de La Iglesia de Dios desde el principio. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48).
Incluso al pueblo de Israel se le mandó a ser perfecto. “Perfecto serás con Jehová tu Dios” (Dt. 18:13). Dios no exige imposibilidades. La perfección conlleva no solo el atributo de la santidad, sino también la connotación de madurez y plenitud. En su carta a la Iglesia de Éfeso, Pablo amonestó a la Iglesia a dejar a un lado la inmadurez (Efesios 4:15), y en la epístola a los Hebreos, los lectores fueron instruidos “…vamos adelante a la perfección…” (He. 6:1).















