Apoderando, Enseñando, Consolando
El Bautismo con el Espíritu Santo

Juan el Bautista fue el primer ministro del Nuevo Testamento en presentar al mundo el Espíritu Santo como bautismo. Él dijo: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; mas el que viene tras mí, más poderoso es que yo; los zapatos del cual yo no soy digno de llevar; él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego” (Mt. 3:11). Refiriéndose al Espíritu Santo, el profeta Ezequiel escribió cientos de años antes: “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu…”
(Ez. 36:27). Cristo, al hablar del Espíritu Santo, dijo a Sus seguidores: “…porque está con vosotros, y será en vosotros” (Jn. 14:17). Él vendría a morar en los creyentes santificados (1 Corintios 3:16, 17). Además, vendría después de que Cristo ascendiera al cielo (Juan 16:7).
La Evidencia Bíblica del Bautismo
Hablar en lenguas es la evidencia bíblica del bautismo del Espíritu Santo. Cuando Jesús instruía a Sus discípulos sobre la venida prometida del Espíritu Santo, les dijo: “Empero cuando viniere el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí” (Jn. 15:26). Sus seguidores recibieron esta promesa el Día de Pentecostés. Hechos 2:4 afirma específicamente: “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen”.
Cuando el mensaje del Evangelio fue predicado por primera vez a los Gentiles por Simón Pedro, ellos recibieron el mensaje dado y hablaron en lenguas (Hechos 10).
El apóstol Pablo encontró a “ciertos discípulos” de Juan el Bautista en la ciudad de Éfeso,
y les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo desde que creyeron. Respondieron diciendo que ni habían oído si había Espíritu Santo. Pablo les impuso las manos, recibieron el Espíritu Santo y hablaron en lenguas (Hechos 19:1-7).
De estos relatos bíblicos podemos ver: (1) Que el Espíritu Santo fue prometido por Cristo; (2) que cuando el Espíritu Santo descendiera, daría testimonio de Cristo; (3) que el derramamiento inicial del Espíritu Santo sobre los discípulos en el Día de Pentecostés fue acompañado con la evidencia de hablar en lenguas; (4) que cuando los Gentiles recibieron el mensaje del Evangelio y aceptaron el bautismo del Espíritu Santo, hablaron en lenguas; y (5) que las personas bajo el ministerio de Pablo hablaron en lenguas.
El apóstol Pedro enfatizó la profecía de Joel al afirmar que “…para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hch. 2:39). Cuando Él entra, Él mismo testifica usando el aparato del habla suyo, hablando a través de usted. Él le dará una valentía santa y un gozo especial que nadie puede describir adecuadamente.
El trabajo del Espíritu Santo
Cuando el Espíritu Santo entra en el templo del creyente para morar, Él realiza varias funciones que comúnmente se conocen como Su “trabajo de oficina”. Estas funciones incluyen las siguientes:
Él es un Consolador: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre…Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi Nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Jn. 14:16, 26). “Empero cuando viniere el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí” (Jn. 15:26). Él consuela al creyente en momentos de pérdida o estrés personal. La palabra griega original para “Consolador” significa “el que es llamado al lado para ayudar”.
Él es un Maestro: “…él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Jn. 14:26). “Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad …os hará saber las cosas que han de venir” (Jn. 16:13). “Lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu…” (1 Co. 2:13). Es el Espíritu Mismo quien nos enseña la Palabra de Dios. Él es el Autor de la Palabra y el Único capacitado para interpretar o correctamente dividir la Palabra de Verdad. También nos mostrará las cosas que han de venir y nos traerá a memoria todas las cosas.
Él es un Guía: “…él os guiará a toda verdad…” (Jn. 16:13). Él nos guiará a toda verdad, y a verdades más profundas y completas de la Palabra cuando alcancemos la madurez espiritual necesaria para recibirlas. También nos guía en las crisis de nuestra vida personal.
Él es el Revelador de la Verdad: “Antes, como está escrito: Cosas que ojo no vió, ni oreja oyó. Ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para aquellos que le aman. Empero Dios nos lo reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas, de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado. Lo cual también hablamos, no con doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Mas el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente. Empero el espiritual juzga todas las cosas; mas él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién le instruyó? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”
(1 Co. 2:9-16). “Leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi inteligencia en el misterio de Cristo. El cual misterio en los otros siglos no se dió a conocer a los hijos de los hombres como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas en el Espíritu” (Ef. 3:4, 5). En el tiempo de Dios, el Espíritu Santo revela cosas que antes eran secretas. “Lo profundo de Dios”, que está escondido de “los sabios y de los entendidos” es revelado por Su voluntad “a los niños”.
Él es un Redargüidor: “Y cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio. De pecado ciertamente, por cuanto no creen en mí; Y de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado” (Jn. 16:8-11). Vino a redargüir al mundo de pecado, de justicia y de juicio. El redargüir del Espíritu, o convicción, atrae a los pecadores a Dios y mantiene al cristiano en el camino correcto al redargüirlo cuando es tentado por Satanás.
Él es Nuestro Intercesor Morando Adentro: “Y asimismo también el Espíritu ayuda nuestra flaqueza; porque qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos; sino que el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones, sabe cuál es el intento del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios, demanda por los santos” (Ro. 8:26, 27). Él aboga por nuestra causa ante el Padre celestial y nos guía en nuestra vida de oración.
Él es Don de Dios y el Dador de Dones Espirituales: Aunque el Espíritu Santo es Él mismo un don de Dios (Hechos 2:38), también administra, opera y manifiesta “dones espirituales” a través de personas que Dios usa según Su voluntad. Estos dones incluyen la palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, sanidades, milagros, profecía, discreción de espíritus, géneros de lenguas y la interpretación de lenguas. (Véase 1 Corintios 12 para más información sobre los dones espirituales del Espíritu Santo).
Conclusión
El Espíritu Santo es muchas cosas para el creyente bautizado en el Espíritu. El bautismo del Espíritu Santo, que es posterior al nuevo nacimiento y la santificación, está disponible para cualquier santo que esté listo para recibir Su morada. Recibir el bautismo del Espíritu Santo es tan sencillo como recibir cualquier otra bendición espiritual: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mt. 7:7). Ser lleno del Espíritu es un mandato de Cristo: “Tomad el Espíritu Santo” (Jn. 20:22), y Cristo ha abierto un camino para que cada persona lo reciba.















