El Acto de Restaurar
Restitución Cuando Sea Posible

Restitución Cuando Sea Posible

Un día, mientras Jesús iba pasando a través de la ciudad de Jericó, Zaqueo, un jefe de los publicanos, procuraba ver quién era Él. No obstante, no podía a causa de la multitud y porque era pequeño de estatura. Así que, se adelantó a la mulltitud y ascendió a un árbol. Cuando Jesús iba pasando, se detuvo y miró hacia arriba. Allá en el árbol vio a Zaqueo y le dijo que descendiera. Luego le dijo que en aquel mismo día era necesario que posara en su casa. Zaqueo, un recaudador de rentas internas del gobierno romano (tributos), se ofreció voluntariamente a devolver cuatro veces la cantidad de lo que había tomado ilegalmente del pueblo como cobrador de tributos o impuestos. Jesús le aseguró a Zaqueo lo siguiente: “Hoy ha venido la salvación a esta casa…” (Lc 19:9). En efecto, Jesús estaba dando Su aprobación al principio doctrinal bíblico de la restitución..

Restitución es el acto de restaurar o devolver al dueño algo que le fue quitado ilegalmente o erróneamente, o dar satisfacción a una persona a quien se haya ofendido. Eso fue lo que Zaqueo dijo que haría.

Hoy, los creyentes que hacen restitución reciben el favor de Dios, y algunas veces la confianza tanto de amigos como enemigos. Sería tan malo el que uno se quede con algo que fue robado antes de la conversión como lo sería robar después que uno se convierte. El único remedio es restaurar lo robado; luego irse y no hurtar más” (Ef. 4:28). Por supuesto que Dios no requiere de nosotros algo que sea imposible, pero donde y cuando sea posible, es nuestra obligación bíblica hacer restitución.

Juan el Bautista rehusó bautizar a ciertas personas que fueron a él. Él les dijo: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mt. 3:8). Sin duda que algunos de los que escuchaban a Juan tenían algo que deberían restaurar o restituir a su prójimo.

El creer es maravilloso y necesario, pero de por sí solo no es suficiente. Las personas tienen que “depurarse o limpiarse de sus malas acciones”, y vivir vidas separadas a fin de agradar a Dios. El creer y practicar “todas las cosas que os he mandado” (Mt. 28:20) es requerido de todos los que desean seguir a Cristo.

Romanos 13:8 declara: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros”. El retener obstinadamente algo que pertenezca a otra persona, colocaría a uno en la posición de estar siempre en deuda con ella. Esto sería contrario a las Escrituras, además de no ser del agrado de Dios. Si una persona no le debe nada a nadie, excepto la deuda del amor cristiano (ágape), entonces podria “…agradar a su prójimo en lo que es bueno, para edificación” (Ro. 15:2).

Restitución podría significar la diferencia entre la victoria y la derrota. Jesús dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi” (Jn. 5:39). El vivir una vida cristiana separada para Dios es algo más serio de lo que muchos se imaginan. Para poder vivir una vida victoriosa, necesitamos considerar la aplicación personal de esta enseñanza biblica a nuestras vidas. Esto es necesario a fin de agradar a Dios, y resultará en una conciencia limpia entre nosotros, nuestro prójimo y Dios.